Estados Liminales es un proyecto al alimón entre dos fotógrafos que se encuentran transitando espacios y tiempos paralelos, aunque distantes. Por estados liminales entendemos aquellos estadios intermedios, en transformación, fluidos, de ahí que el diálogo entre dos fotógrafos separados por todo un océano-- la doble mirada--, nos sirva de modus operandi para acercarnos a lo inasible de estos estadios, revelando lo que suponemos será una tercera mirada, la del espectador, o la que se encuentra en el trayecto entre la de los autores, su combinación, o si se quiere, y tomando prestado el concepto de la psicología Gestalt, el todo que resulta de la combinación de las partes. En la tradición cultural, estos momentos han sido marcados con el ritual, con el símbolo: nos han servido para evidenciar las transformaciones, para explicarnos.Aunque bien sabemos que cada rito de paso es un proceso. Hoy, en occidente, asistimos a un proceso de desritualización, de ocultación sobre todo en lo que concierne a aquellas cosas que consideramos feas, como la vejez, la enfermedad o la muerte, estadios fundamentales en la comprensión de la existencia humana. En Estados Liminales nos proponemos explorar esos pasajes entre un tiempo y otro, entre unos seres y otros, entre lo tangible y lo intangible, entre la materia y su sombra, entre el espacio positivo y el negativo, en su relación con la luz y su ausencia, desde presupuestos antropológicos, literarios, filosóficos y fotográficos.
Tomaremos como punto de partida esos estadios que hoy en día ocultamos, que en nuestra tradición ibérica están visiblemente vinculados a esa España Negra, y a las barbaridades y restricciones que estas tradiciones--como la muerte o el duelo--imponían sobre la mujer. Y desde aquí, intentaremos ir más allá de las conductas y las relaciones de poder insertas en el rito, a lo puramente ontológico y existencial. Es así que llegamos a la fotografía y su relación con los ritos de paso, con las transformaciones como la muerte (paso de la vida a la no vida) y el duelo (paso de la no aceptación a la aceptación de la muerte de un ser querido o cercano)—temas a los que les dedicaremos nuestra atención en un primer momento. Tradicionalmente, tanto el duelo como la muerte han estado muy ritualizados y formalizados, y muy presentes dado el alto índice de mortalidad. Desde que aparece la fotografía, ésta se va a encargar de registrar el proceso de duelo, por un lado, de capturar imágenes de los seres queridos mientras morían.
La fotografía era especialmente adecuada para este tipo de trabajo, ya que se consideraba un recipiente de la verdad, que conectaba íntimamente el pasado y el presente. En el mundo anglosajón se prodiga toda una industria fotográfica mortuoria. Las imágenes solían representar a mujeres en pleno luto junto a una tumba, un sauce llorón y una iglesia al fondo, fotografías que solían mostrar a estas mujeres en posturas exageradas de dolor, cubiertas por la tumba que tenían a su lado, adoptando estas poses porque el luto era muy público y había que demostrar que estaban profundamente afligidas por la pérdida de su ser querido. En la Europa mediterránea, el duelo también era algo público, el dolor había que mostrarlo desde el momento de la muerte, si no pensemos en la tradición de las plañideras, que nos llega de la Edad Media.
La expresión cultural de la muerte, y el duelo, requerían un aspecto exterior, performativo, algo para lo que la fotografía era un registro, y también una herramienta para ayudar con el proceso del duelo, el que se llevaba por dentro, el que no se veía. La fotografía visibilizaba lo inasible, el estado de ánimo, la ausencia en estos procesos fluidos y difícilmente explicables y, sin embargo, universales y constitutivos de la existencia y esencia humanas. Si los ritos de paso, son símbolos de los cambios que experimentan las personas, bien nos vale el concepto de la metamorfosis, como la de Gregor Samsa en literatura, o la de la mariposa como proceso biológico, entendemos que la transformación nos sirve como metáfora para hablar de algo inherentemente humano, que es el cambio y nuestra necesidad de entenderlo. En El mito de la Caverna, Platón nos explica que nos encontramos encadenados en el interior de una caverna desde que nacemos y cómo las sombras que vemos reflejadas en su pared componen aquello que consideramos real, cuestionando el origen del conocimiento, el problema de la representación de las cosas y la naturaleza de la propia realidad que observamos.
Esta alegoría nos permite plantearnos la metamorfosis como un químico revelador que desencripta la realidad, como emulsión evocadora que explica desde una transformación mutable de las sombras y ausencia de luz, una representación sugestiva de los estados psicológicos ocultos del ser, a través de una tercera mirada, compuesta por analogía entre el mundo físico y el mundo ininteligible, que complementan un diálogo en la búsqueda de la comprensión existencial de la realidad humana. De este modo, Estados liminales pretende evocar una realidad oculta, que conecte con el imaginario colectivo, mediante la representación de las emociones y sentimientos invisibles que creemos universales en toda su complejidad: lo público y lo privado, lo representado y lo que no, lo tangible e intangible, la sombra y luz, la ausencia y presencia-- dicotomías que al complementarse van más allá de la simple analogía.